En tiempos precolombinos el territorio fue habitado por los grupos indígenas quillacingas, pastos, iscuandés, tumas y telembíes. En algún momento algunos de estos grupos hicieron parte del gran imperio Inca. El primer conquistador que ingreso al territorio fue Pascual de Andagoya, él recorrió las costas del Pacífico. Francisco Pizarro inició la conquista del Perú ingresando por Tumaco en 1525.
En 1535, Juan de Ampudia, Sebastián de Belalcázar y Pedro de Añasco exploraron las áreas montañosas de Nariño, quedando el territorio bajo el dominio de Sebastián de Belalcázar, quien fue nombrado gobernador del territorio que pertenecía a la Audiencia de Quito. Después de la independencia, la región formó parte de la Provincia de Popayán, entre 1821 y 1886 hizo parte del departamento de Cauca y las provincias de Barbacoas y Pasto, finalmente, en 1904, se creó el departamento de Nariño, cuya capital es San Juan de Pasto.
El territorio que hoy se conoce como departamento de Nariño fue atractivo por el oro de Gualcalá, La Concordia, Sanabria y de los ríos afluentes del Patía como el Telembí, a cuyas orillas creció Barbacoas, la ciudad del oro, habitada por señores de Pasto y de Popayán y sus esclavos negros.
Pero según el historiador Sergio Elías Ortiz, Pasto en 1780 todavía era un poblado de tercera categoría enclavado en una zona agrícola que producía para el auto consumo. El cañón de Juanambú, el malsano valle del Patía al norte y el cañón del río Guáitara al sur, la mantienen bastante aislada. Estaba más en contacto con el sur durante la colonia dependía de Quito en lo episcopal que con el resto del país, por lo menos hasta la década de 1930, cuando la guerra con el Perú hace abrir la carretera que la une con Popayán.
Miguel Triana en su libro Por el Sur de Colombia, donde relata su “excursión pintoresca y científica al Putumayo”, comenta al pasar por Pasto, que “los pueblos escondidos en los cuencos recónditos de la montaña adolecen de un retraimiento que puede traducirse en hostilidad contra lo que venga de afuera”. Comentarios similares sobre el carácter conservador de sus gentes son un lugar común en las crónicas y monografías escritas en diferentes épocas sobre la ciudad, y los ejemplos obligados son la actitud durante las guerras de Independencia cuando el Coronel Agualongo se batió con varios generales, entre ellos Bolívar en 1823, por manifestar su adhesión al rey Fernando VII, y el mandato espiritual de Monseñor Ezequiel Moreno y Díaz, el polémico obispo beatificado por el Papa Paulo VI en 1975, autor del libro O con Jesucristo o contra Jesucristo. O catolicismo o liberalismo. No es posible la conciliación. Vale recordar que desde el siglo XVI el excesivo número de conventos y seminarios le había merecido el apodo de “Ciudad Teológica”.
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